A finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, en Europa surgió una corriente de pensamiento que buscaba sacar al conocimiento de la Edad Oscura y abrirlo a las luces la razón, se trataba de la Ilustración. Aunque podemos encontrar los primeros exponentes en Inglaterra con los trabajos de Newton, será en Francia donde alcance su máximo desarrollo.
A diferencia de los dos siglos anteriores donde los conflictos religiosos, especialmente entre católicos y protestantes ocuparon gran parte de la sociedad y el pensamiento, durante el siglo de las Luces será el antropocentrismo el que tenga el protagonismo. Aunque no se abandona el pensamiento religioso, si que se transforma y se intenta el acercamiento al Ser Supremo a través del pensamiento y de la razón. No obstante, comenzará a surgir también la primera literatura atea y además de novelas más oscuras como las del marqués de Sade.
Otro aspecto relevante es la crítica al pasado, ya que se le asociaba con misticismo, ritualismo y superstición. La verdad comienza a ocupar un aspecto primordial, para ello la ciencia se vuelve empírica y solo se conciben las conclusiones una vez realizados los experimentos pertinentes.
El pasado también es estudiado, pero a través de los clásicos como Heródoto, Ptolomeo y otros matemáticos, geógrafos etc. Pompeya y Herculano son redescubiertas en Italia, y el estado financiará parte de los primeros trabajos a mediados del siglo XVIII. En el arte, las obras griegas y romanas sirven de inspiración para el nuevo movimiento conocido como neoclasicismo.
En cuanto al Estado y la política, la Ilustración también influenciará en la forma de plantearla a través de lo que se conoció como Despotismo Ilustrado. En Europa hubo una serie de monarcas que vieron en estas nuevas ideas una posibilidad de mejorar la vida de sus súbditos y la economía de sus países.
Con esta ideología, el monarca era visto como un padre para los habitantes de su país; el encargado del bienestar y el desarrollo de su nación. Para ello, mucho de los monarcas ilustrados, como Catalina II de Rusia, José II de Austria o Federico II de Prusia se rodeaban de intelectuales y miembros que compartieran su visión y les ayudasen a realizar los proyectos. No obstante, el pueblo seguía sin tener ningún poder ni papel dentro de la vida del Estado, ya que seguía ocupado en su lucha diaria por sobrevivir. Al Despotismo Ilustrado se lo define comúnmente con la frase “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”. Esto se puede explicar debido a que los ilustrados veían necesario un cambio, pero que debía ser realizado progresivamente sin trastocar el status quo social de las nuevas élites burguesas.
Retrato del monarca Carlos III
España fue uno de los países que estuvo gobernado por un rey ilustrado. En este caso fue Carlos III. Este rey, hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio comenzó gobernando en Italia, recibiendo los ducados que le correspondían por parte materna, sin embargo tras la reconquista del reino de Nápoles por parte del monarca español, se le encomendó el gobierno de este reino, pasando a ser nombrado Carlos VII. Durante los años de gobierno de este reino, se vio influenciado por las ideas de la Ilustración, llevando a cabo reformas y promoviendo investigaciones científicas como los desenterramientos de las ciudades de Pompeya y Herculano. Tras la muerte de su padre, sus hermanastros Luis I y Fernando VI ocuparon el trono español, pero ambos murieron sin descendencia lo que propició el ascenso al reino español de Carlos.
Durante este siglo XVIII España había perdido su papel como principal potencia de Europa tras la guerra de Sucesión, aunque seguía siendo una de las principales potencias coloniales. Carlos III se coronó en 1759, momento en el cual la Ilustración influenciaba a toda Europa, pero a España le era más difícil llegar debido al férreo control que todavía imponía la Iglesia y la Inquisición. Sin embargo, la Ilustración penetra y comienzan a surgir las primeras figuras críticas con la situación de España y a abogar por un cambio en las políticas.
No obstante,Carlos III no se rodeará de ministros y consejeros españoles, sino que traerá consigo parte del gobierno italiano para que le ayude a emprender las necesarias reformas ideas para modernizar el país.
Retrato del Marqués de Esquilache por Giuseppe Bonito
Uno de estos ministros será Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache -realmente era marqués de Squillace, un pequeño municipio en Calabria, al sur de Italia-. El marqués como ministro de Carlos III, emprendió una serie de reformas para mejorar la situación de la capital española, quería modernizarla a través de la pavimentación de calles, alumbrado público y la creación de fosas sépticas para mejorar la sanidad y la higiene de la ciudad. Además, una de las medidas fue retomar la prohibición de llevar capa larga y el chambergo -sobrero de ala ancha muy utilizado durante el siglo XVII- ya que con estos ropajes, se facilitaba el transporte de armas y la difícil identificación de los atacantes.
Como consecuencia de esto, el pueblo de Madrid se levantó en una protesta popular contra el rey y el ministro.
Sin embargo, en una mirada más incisa del acontecimiento vemos que esto fue solo un pretexto y que las raíces del levantamiento son más profundas, porque fueron el hambre y las luchas políticas las que instigaron la revuelta, más que el bando de capa y sombrero, o la condición extranjera del ministro.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el precio del pan -alimento básico para la mayoría de la población- duplicó su precio en un lapso de pocos años, lo que impedía a las familias más humildes alimentarse. Esta subida de precios se debió no solo a un período de malas cosechas, sino que vino como consecuencia de la liberación del comercio de trigo, que permitió a los grandes terratenientes -nobleza y clero- acaparar grandes cantidades de grano en espera de la inflación.
A estas circunstancias, también tenemos que sumar las luchas dentro de la corte. Los diferentes bandos pugnaban entre si para conseguir la predominancia en la capital y en la corte, movilizando a sus partidarios en las calles madrileñas.
Tras la publicación de la orden de capas y sombreros, comenzaron a aparecer panfletos con críticas sobre el marqués, que no fueron redactados por el pueblo descontento, sino por las élites letradas. El 23 de marzo comenzó el motín, delante de un cuartelillo en la Plazuela de Antón se juntaron los amotinados y lo asaltaron, consiguiendo así armas y
Fachada de la Casa de las Siete Chimeneas, antigua casa del Marqués de Esquilache
espadas. A continuación tomaron dirección hacia la casa de Esquilache, -conocida hoy como la casa de las 7 chimeneas-, mientras que por el camino destruían todos los farolillos levantados en las reformas del marqués. Al llegar a su hogar, lo asaltaron y mataron a un asistente que ofreció resistencia; pero el marqués que había sido informado había huido ya.
Al día siguiente ante los rumores de que Esquilache estaba en el Palacio Real, los amotinados se dirigieron a la plaza de la Armeria, donde exigían la presencia del rey. Un franciscano fue el encargado de realizar de mediador entre el pueblo y el rey, al que se le presentaron varias exigencias entre las que figuraba destituir a todos los ministros extranjeros y colocar en sus puestos a españoles.
El 25 de marzo, ante la ausencia del rey en Madrid y su marcha al palacio de Aranjuez surgieron temores sobre el asalto del ejército para restablecer el orden público. Sin embargo, una carta del rey prometiendo cumplir su palabra calmó los ánimos y estableció el orden de nuevo en la capital.
En las investigaciones posteriores, se acusó a los jesuitas de ser los instigadores de la revuelta. Esta orden había ido alcanzando un gran poder, por ello, ya había sido expulsada de otros países. En este caso, la Pragmática Sanción de 1767 proclamada por Carlos III expulsó a esta orden de todos los territorios de la Corona Española.
Es evidente que el motín no fue espontáneo ni realizado por los habitantes de Madrid. Hubo un trasfondo político, donde las élites religiosas y seculares temiendo la pérdida de poder en las reformas instigaron al pueblo con una de las medidas tomadas para provocar el levantamiento. También significó la vuelta a la situación anterior donde el rey y el gobierno controlaba el precio de los comestibles. La protesta tampoco se dirigía contra el propio rey o la monarquía, la cual no fue cuestionada; sino que se produjo contra los ministros extranjeros del rey, especialmente contra Esquilache al que se culpaba de la hambruna.
La mayoría de las reformas fueron suprimidas, a diferencia de otros países donde el Despotismo Ilustrado significó un importante adelantó. España se mantuvo estancada hasta la Guerra de la Independencia y la llegada de las ideas de la Revolución Francesa.
Bibliografía:
DOMINGUEZ ORTIZ, A.; Carlos III y la España de la Ilustración; Alianza; Madrid; 2005
LOPEZ GARCÍA, J.M.; El motín contra Esquilache: crisis y protesta popular en el Madrid del siglo XVIII; Alianza; Madrid; 2006.