La civilización más importante dentro de Europa fue la romana, ya que gran parte de nuestra cultura proviene de sus tradiciones y su forma de vida. Roma fue además un gran imperio que muchos reyes, emperadores y dictadores desearon volver a reunir. Su historia además esta llena de intrigas políticas, varias guerras civiles, traiciones y revueltas.
Pero para saber porque se produjeron las guerras civiles, o porque Roma pasó de ser una república a convertirse en un imperio, hay que empezar por el principio, e ir pasando por los muchos acontecimientos que llevaron a esta pequeña ciudad del Lazio a convertirse en uno de los grandes imperios de la historia, ya que como dice el dicho popular: “Roma no se construyó en un día”.
La historia de Roma se puede dividir en tres períodos bien diferenciados, el primero de ellos es la monarquía (753 a.C.- 509 a.C.), tras la expulsión de los reyes comienza en el 509 a.C. la República que durará hasta el año 27 a.C., cuando Octavio Augusto derrote a sus enemigos y se convierta en el primer emperador. En ese momento comienza el imperio, que se prolongará hasta el 476 d.C. Cuando, el territorio que se había dividido en dos partes -occidental y oriental- pierda la parte occidental, mientras que la oriental sobrevivirá varios siglos más conocido como el Imperio Bizantino.
Primero, trataremos la fundación de Roma. En el poema épico de la Eneída, escrito por Virgilio se trata la fundación mítica de la ciudad. En su obra, Virgilio relata el viaje de Eneas, príncipe de Dardania tras la huida de Troya hasta su destino en Italia. Allí luchará contra los reyes locales hasta derrotarlos y establecerse a las orillas del Tiber. La genealogía mitológica de Eneas convierte a Rómulo y Remo; los fundadores de la ciudad en sus descendientes directos.
Arqueológicamente hablando, la península itálica estaba formada por diversos pueblos, en el norte los etruscos, los latinos, los umbros, y más al sur los lucanos y los griegos en la llamada Grecia Magna.
Rómulo y Remo amamantados por la loba Capitolina
Tras la fundación de Roma en el 753 a. C se estableció el período de la Monarquía, en la cual Roma estuvo gobernada por siete reyes. El primero de ellos fue el propio Rómulo, y durante su gobierno se llevó a cabo el rapto de las sabinas, en busca de mujeres para poblar la nueva ciudad. También estableció el Senado y organizó toda la sociedad romana y formó el ejército, con el que libró numerosas guerras con éxito.
Tras su muerte le siguió Numa Pompilio, recordado por ser uno de los reyes más religiosos y gobernar en un período de paz y prosperidad. Sucedido por Tulio Hostilio, su gobierno fue completamente opuesto a su predecesor. De carácter beligerante, sostuvo varias guerras contra las ciudades vecinas extendiendo el dominio de Roma por toda la región central de Italia. Murió en extrañas circunstancias, la leyenda cuenta que a causa de su desatención a los dioses.
Su sucesor no cometió el mismo error, y Anco Marcio se dedicó a la veneración de los dioses y al desarrollo de la ciudad y sus infraestructuras. Su sucesor fue un hijo adoptivo suyo, Tarquino Prisco de origen etrusco. Con él comienza la dinastía etrusca de monarcas romanos. Su reinado estuvo marcado por varias guerras contra sus vecinos, por la ampliación del Senado a 300 miembros y del ejército. También construyó el alcantarillado de la ciudad, el Circo Máximo e inició la construcción del Foro Romano.
Le continuaría Servio Tulio, que introdujo reformas en la sociedad, como la división de la sociedad en cinco clases económicas y estableció el voto por riqueza. De este modo quedaba instaurado todo el sistema electoral y legislativo que funcionaria durante el resto de la historia de Roma. Servio Tulio sería el penúltimo rey, ya que su sucesor Tarquinio el Soberbio utilizaría el terror y la violencia para mantenerse en el poder. Con estos actos dictatoriales, el pueblo de Roma con el apoyo del Senado expulsó al rey y en el año 509 a. C. se estableció la República Romana.
Este período sería el más largo, con casi 500 años de historia. Durante este período, Roma conquistaría no solo Italia sino también Grecia, el norte de África, la Galia y la Península Ibérica. Además Roma se vería en vuelta en varias guerras civiles, y la lucha de los plebeyos por adquirir más poder y representación en la toma de decisiones.
Durante su comienzo se estableció el consulado, formado por dos hombres que poseían plenitud de poderes, sin embargo el poder solo podría ser ostentado durante un año, para así evitar la acumulación de poderes. Durante este tiempo, los cónsules establecieron varias guerras consecutivas contra los pueblos vecinos, lo que derivó en una desatención de las cosechas por parte de los plebeyos. Esto llevó a una protesta por parte de las clases más bajas, que amenazaron con establecer una nueva ciudad en el Monte Sacro. Estas amenazas sirvieron para repartir tierras, reparaciones a las propiedades, y se creo el Tribuno de la Plebe, un cargo anual encargado de la defensa de los derechos de los plebeyos frente a los patricios y el Senado. Además en el año 451-450 a.C. se estableció la Ley de las XII Tablas, un cuerpo legal de vital importancia que regulaba la vida de los romanos.
Durante estos comienzos de la República, Roma se enfrentó a todos los pueblos de la Península Itálica, pero también sufrió una de sus grandes humillaciones, en el año 390 a. C la ciudad fue saqueada por los galos. Aprovechando la debilidad de la Urbe, los pueblos sometidos se levantaron contra el poder de Roma, por lo que la ciudad se tuvo que recuperar y volver a vencer a sus antiguos enemigos en la Primera Guerra Latina.
Tras recuperar de nuevo su estabilidad y poder, Roma decidió extenderse más hacia el norte para así poder acceder a las rutas comerciales del norte. Estas tierras estaban ocupadas por los sammnitas contra los que Roma tuvo tres guerras. Estos enfrentamientos permitieron a Roma hacerse con el control de Italia hasta la Magna Grecia.
Mapa de la expansión de Roma durante la República
A partir de este momento, Roma entra en un período de guerras y expansión. Para ello el primer paso era terminar la conquista de la península itálica, y para ello Roma comenzó una guerra contra la Grecia Magna. Aquí, la ciudad de Tarento se vio amenazada, por lo que pidió ayuda a Pirro, rey de Epiro para defenderse. En las batallas de Heraclea y Ausculum -280 a.C. y 279 a.C. respectivamente- derrotó a Roma, pero debido al gran número de bajas no consolidó sus victorias. Pirro se tuvo que retirar a su reino abandonando a los griegos. Esto sirvió a Roma para poder conquistar la región y expandirse también hacia Sicilia, donde estaba asentada otra potencia mediterránea; Cartago.
Contra esta potencia, Roma tendría tres guerras. La primera de ellas (264 a.C.- 241 a.C.) terminó con la victoria romana y expulsó a Cartago de Sicilia, y tomó Córcega y Cerdeña. Debido a esto, Cartago puso sus miras en la Península Ibérica por donde se expandió. Con Sagunto como casus belli Roma inició una nueva guerra, (218a.C.-201a.C.) la cual estuvo a punto de perder a manos de Anibal Barca. Esta guerra permitió a Roma comenzar la conquista de la Península Ibérica eliminar definitivamente a Cartago. Una última guerra (149 a.C.-146 a.C.) terminó con la destrucción de la ciudad de Cartago para siempre.
Entre las guerras púnicas, Roma se enfrentó a las tribus ilirias en dos guerras, especialmente navales que permitieron expandir su territorio hacia el este, acercándose a Grecia. Después de estos conflictos, Roma tendría dos escenarios bélicos claros, por un lado la Península Ibérica, donde comenzó a expandirse, y Grecia; poblada por múltiples reinos. En este escenario, primero se enfrentaría al reino de Macedonia entre el (214 .C. y 205 a.C.), para evitar que apoyase a Cartago y a Anibal. Una segunda guerra entre el 200 a.C. y 197 a.C. Sirvió para abrir Grecia a Roma. En la tercera guerra macedónica (171 a.C. -168 a. C.) Roma terminó con la amenaza macedónica y se hizo dueña de la región. Una última guerra contra el Imperio seléucida sirvió para entrar a Roma en Asia.
Toda esta expansión provocó unos grandes problemas en la sociedad romana, ya que las guerras continúas provocaron una escasez de hombres que pudiesen cultivar las tierras, y llevó a un empobrecimiento de los plebeyos. Estos comenzaron a reclamar más derechos frente a la élite que se había enriquecido con las guerras. La política romana se dividió en dos bandos, los optimates o el bando aristocrático y los populares o bando de los plebeyos. El enfrentamiento entre los dos bandos llevó a Roma a sufrir dos guerras civiles. Además una serie de reformas se establecieron para ordenar el nuevo territorio conquistado y la convivencia en la ciudad; se reformó la política agraria, o el ejército (las reformas del ejército las tratamos en otro artículo que puedes leer aquí). Este enfrentamiento llevó finalmente al enfrentamiento entre dos hombres por el poder,
Busto de Julio Cesar
Cayo Julio César y Cneo Pompeyo Magno, la guerra civil entre los dos terminó con la proclamación como dictador de Julio Cesar.
Un grupo de defensores de la república asesinó a Julio César en los idus de marzo de 44 a.C., lo que abrió otro período de estabilidad. Octavio Augusto y Marco Antonio se unieron para vengar la muerte de Julio César, pero terminaron enfrentándose entre ellos debido a que Marco Antonio se unió a Cleopatra. Tras la derrota de Cleopatra y Marco Antonio en la batalla de Actium en 31 a.C. Octavio Augusto quedó como único líder y en el año 27 a.C. fue nombrado emperador, finalizando la República y comenzando el Imperio que duraría hasta el final.
Augusto, para considerar su poder, estableció una nueva administración e instauró el culto al emperador. En lo militar, terminó la conquista de Hispania y se expandió hacia el norte en la Galia y Germania. Terminó la conquista de Egipto y se expandió hacia el este en el corredor sirio-palestino.
A Augusto le seguirían los emperadores de la dinastía Julio Claudia; Tiberio (14 d.C.-37 d.C.), Calígula (37 d.C.-41 d.C.), Claudio (41 d.C.- 54 d.C.) y Nerón (54 d.C.-68 d.C.). Tras el suicidio de Nerón, se abrió un conflicto entre varios hombres, Galba que era el sucesor natural de Nerón, Otón que fue proclamado por los enemigos de Galba y Vitelio que murió asesinado poco tiempo después de ser proclamado y por último Vespasiano, que terminaría haciéndose con el control De echo, el año 69 d.C se conoce como el año de los Cuatro Emperadores, ya que Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano gobernaron a la vez en regiones diferentes.
El orden fue instaurado por Vespasiano, que comenzó una nueva dinastía, la dinastía Flavia. Durante este período, Roma vivió una época estable que permitió desarrollar las infraestructuras de la ciudad, entre ellas el Coliseo, comenzado por Vespasiano y terminado por su hijo Tito. Esta dinastía estuvo formada por 3 emperadores: Vespasiano, (69 d.C.-79 d.C.) Tito (69 d.C.-71 d.C.) y Domiciano (81 d.C.-96 d.C.)
Tras la dinastía Flavia, comienza el período conocido como el de los 5 buenos emperadores, donde el Imperio Romano alcanzó su máxima expansión territorial y un período de estabilidad y desarrollo económico y cultural recorrió todo el Imperio. El primero de los emperadores fue Nerva (96d.C.-98 d.C.), sucedido por Trajano (98 d.C.-117 d.C.), Adriano (117d.C.-138 d.C.), Antonino Pío (138 d.C.-161 d.C.), después hubo dos emperadores durante unos años; Lucio Vero (161 d.C.-169 d.C.) y Marco Aurelio (161 d.C-180 d.C.). El último emperador fue Cómodo (180 d.C.-192 d.C.), que murió asesinado por sus soldados ya que gobernó tiránicamente.
Tras la muerte de Cómodo, se produce una guerra civil, donde cinco hombres se enfrentan por el trono imperial, el año 193 d.C es conocido como el año de los Cinco Emperadores. De este conflicto saldría victorioso Septimo Severo, fundador de la dinastía severa. A partir de entonces, la estabilidad del imperio fue en caída libre en el que el ejército y la Guardia Pretoriana ejercieron un gran poder sobre la proclamación de nuevos emperadores. De esta dinastía destaca el emperador Caracalla (211 d.C.-217 d.C.), que concedió la ciudadanía a todos los hombres libres del Imperio y construyó una de las termas más grandes de Roma.
A partir de este momento, Roma entraría en un período de crisis en el que las luchas por el poder desgastarían al imperio desde dentro. Además coincidirá con presiones por parte de pueblos extranjeros sobre las fronteras romanas. Esta crisis de finales del siglo III termina con la proclamación imperial de Diocleciano (285 d.C.- 305 d.C.) y la formación de la Tetrarquía para poder gobernar de manera más eficaz el imperio.
El siguiente emperador en volver a unificar el imperio sería Constantino I (306 d.C.- 337 d.C.), conocido por permitir el culto cristiano y fue bautizado al final de su vida. Los sucesivos emperadores, vieron las dificultades que tenían para gobernar la gran cantidad de territorio que ocupaba el imperio romano, por lo que finalmente en el año 395 d.C.
División de Teodosio I del Imperio romano en dos partes
Teodosio I decidió dividir el imperio en dos regiones diferentes gobernadas cada una por un emperador. Para ello entregó a su hijo Honorio la parte occidental, y a su hijo Arcadio oriente. De esta manera quedaba dividido el imperio definitivamente hasta la desaparición de la parte occidental en el año 476 d.C. Cuando Odoacro depuso a Rómulo Augusto como emperador y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador en Oriente.
Así finalizó oficialmente uno de los mayores imperios terrestres y que marcó la cultura occidental en Europa. Posteriormente muchos reyes y emperadores desearían volver a crear un nuevo imperio romano. Curiosamente, el último gobernante romano poseía los dos nombres de los fundadores de Roma -Rómulo- y del Imperio -Augusto-.
Bibliografía:
GRIMAL, P.; El helenismo y el auge de Roma: el mundo mediterráneo en la Edad Antigua; Buenos Aires; Siglo XXI; 1987.
VV.AA.; Manual de Historia Universal: Historia Antigua; Historia 16; Madrid.