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La revolución francesa está llena de personas importantes, que deseaban terminar con los privilegios del clero y la nobleza. Los cambios políticos estuvieron dirigidos por una burguesía que gobernaba en beneficio de unos pocos, a pesar de que los actos más importantes fueron llevados a cabo por parisinos de las clases más bajas; es por ejemplo el caso de la toma de la Bastilla o el asalto a Versalles por parte de las mujeres de París. Al igual que hablamos de la faceta política desconocida del pintor Jacques Louis David (que puedes leer aquí), hoy hablaremos de uno de los hombres más importantes de la revolución; Jean Paul Marat.
Jean Paul Marat, es uno de los personajes principales de la Revolución Francesa, incluso podría considerarse que por encima de Robespierre. Médico de profesión, tras el estallido de la revolución se convirtió en uno de los actores principales a través de sus periódicos y de sus discursos. Sin embargo, antes de esto vivió en Londres y consiguió fama a través de sus escritos filosóficos y médicos. Haciendo prever su carácter crítico, en sus primeros textos ya cuestiona algunos fundamentos de importantes filósofos y llegó a ser criticado por el todo poderosos Voltaire, lo que le sirvió para hacerle más famoso. En sus estudios médicos también cosechó éxitos y se convirtió en un médico reputado que llegó a trabajar para la Corte.
Cuando los nuevos aires de revolución soplan en Francia, Marat decide aprovechar la oportunidad con la convocatoria de los Estados Generales en 1788 y publica un panfleto titulado Offrande à la patrie -Ofrenda a la patria-, muy similar al redactado por Sieyès -¿Qué es el Tercer Estado?
Pero sus escritos tomarán pronto senderos más radicales e irá exigiendo las cabezas de los que él considera los enemigos de la revolución como son la familia real, la nobleza y el clero. Como base para sus ataques creará un en 1789 un periódico llamado L’ami du peuple – El amigo del pueblo-. El ataque a los elementos más poderosos de Francia, le llevó a ser arrestado y encarcelado durante varios meses, pero tras su liberación continuó con los ataques. Perseguido por la justicia, se tuvo que ocultar en las catacumbas y alcantarillas de París, contrayendo una enfermedad cutánea que le obligó a estar tomando frecuentes baños el resto de su vida.
No será hasta 1792 cuando consiga un apoyo por parte del Club de los Cordeliers, uno de los clubs más radicales, y tenga un marco sobre el que seguir publicando su trabajo. En septiembre de ese año se mostró partidario de las “Masacres de septiembre” donde cientos de prisioneros fueron ejecutados sumariamente dentro de las cárceles. Pero la Convención Nacional recién creada, tenía que solucionar el problema del rey. Desde su intento de fuga a través de Varennes en junio de 1791 el rey y su familia eran prisioneros en París. Por supuesto Marat es el hombre que más alto proclama que la familia, así como los miembros de la alta nobleza deben ser ejecutados.
Sus deseos serán escuchados y el 21 de enero de 1793 Luis XVI pierde la cabeza en la guillotina. Pero Marat sigue sin estar satisfecho y seguirá pidiendo la cabeza de María Antonieta la cual será ejecutada el 16 de octubre de 1793 que él, sin embargo no verá.
Durante ese año de 1793, Marat no cesó de publicar los nombres de los que él consideraba enemigos de la revolución. Es uno de los principales artífices junto con Robespierre de la creación del Terror; un período en el cual se realizaban ejecuciones diarias de los supuestos enemigos de la joven república.
Con todos estos mensajes y publicaciones, las facciones más moderadas; los girondinos veían a Marat como un enemigo de la estabilidad, ya que su radicalismo podía llevar al país a una guerra civil. Es en estos momentos cuando entra en juego un personaje desconocido, Charlotte Corday, una partidaria del movimiento de los girondinos.
El 13 de julio de 1793, Jean Paul Marat estaba dándose un baño debido a su enfermedad cutánea. Era sabido que en París, Marat tenía una política de puertas abiertas, por lo que no era muy difícil conseguir una reunión con él. Charlotte consiguió concertar una visita, alegando que poseía una lista de enemigos que tramaban un complot contra la Revolución, a lo que Marat le aseguró que al día siguiente todos ellos serían guillotinados. En ese momento, Charlotte le clavó un cuchillo en el pecho y Marat gritó : “A mí, mi querida amiga” como si quisiese emular en su muerte a la muerte del propio Julio César.
Tras la muerte de Marat, se desató una ola de venganza contra los enemigos de los radicales y cientos fueron ejecutados, entre ellos la propia Charlotte.
Marat fue encumbrado a los altares de la revolución, entre los radicales y los más pobres, se convirtió en una especie de santo. Un ejemplo de ello lo encontramos en el cuadro de Jacques Louis David “La muerte de Marat” donde el cuerpo de Marat adopta una posición muy similar a la que tiene Cristo en otros cuadros, cuando es bajado de la cruz.
Cuando la revolución se torna anticlerical, cualquier símbolo que perteneciese a la Iglesia fue eliminado. Los nombres de las calles con santos fueron eliminados y se borró el santoral católico junto con el calendario. Sin embargo, se creó un nuevo santo; Marat y un nuevo calendario basado en las estaciones, con tres semanas por mes y diez días por semana, para evitar que los ciudadanos reconociesen que días eran domingo.
A día de hoy, cuando pensamos en el Terror y en los excesos de la revolución francesa, nos viene a la mente Maximilien Robepierre, ya que fue él el director del Comité de Seguridad Pública y controlaba las ejecuciones. Pero sin embargo, Jean Paul Marat mostró durante su vida un radicalismo mayor que el de Robespierre, y defendió las ejecuciones como método para salvaguardar el orden y los logros conseguidos.
BIBLIOGRAFÍA:
MANTEL, H.; A la sombra de la guillotina; Ediciones B, 1994,