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La figura de Jacques-Louis David siempre ha estado vinculada a la imagen artística de Napoleón. Sin embargo, antes de ser el creador propagandístico del Emperador, jugó un papel deAutorretrato Davidcisivo en la declaración de la Revolución Francesa. El arte cuenta con muy pocos casos; que sepamos; en los que los propios artistas hayan sido miembros activos de la política, tan activos como este caso, hasta el punto de ligarse en estrecha amistad con el padre de «El Terror» francés: Maximilien Robespierre.

Todos y cada uno de nosotros estamos vinculados, en mayor o menor medida, con las opciones políticas de nuestros países. En el caso de David, como sabemos, su vinculación directa con el partido jacobino, le permitió dejar en el arte un testimonio histórico claro de la Francia de aquellos años. Dentro de un ámbito de conspiraciones políticas, en el mes de junio de 1789 se reunían unos cuantos rebeldes burgueses favorables a la Monarquía Constitucional, con el fin de establecer la constitución que el Antiguo Régimen les había denegado. La ostentación del rey Luis XVI y su esposa María Antonieta había llegado a su culmen, mientras el pueblo francés se moría de hambre.

El germen de este movimieClub Bretónnto «rupturista» empezó en manos de unos burgueses que no eran otros que los delegados del Parlamento de Bretaña. Debido a su origen, las reuniones de estos políticos pasaron a conocerse vulgarmente como el «Club Bretón«. Poco a poco se fueron constituyendo como partido propio, sobre todo por la fuerza que iban ganando. Ejemplo de ello residía en la casa que llegaron a ocupar en la Calle Saint-Honoré de París. De esta humilde residencia, a medida que ganaban en adeptos, muy cerca de donde se reunían, pasaron a ocupar periódicamente el Convento de los Jerónimos (Plaza Marché-Saint Honoré). Dentro de este espacio religioBiblioteca Convento Jerónimosso, a partir de su victoria en 1791, escogieron la Biblioteca del convento para actuar como sede política de los jacobinos.

Luis XVI, junto a su familia, en junio de aquel mismo año realizó un intento fallido de huída a la zona de Varennes (Lorena). La cobardía del monarca provocó la disección del grupo político de los jacobinos en: favorables a la Monarquía Constitucional («Club des Feuillants«) y los favorables a la República (liderados por Robespierre). Con la consolidación de esta última factio republicana cambiaron el nombre del partido a «Sociedad de los Jacobinos Amigos de la Libertad y la Igualdad«. Sus líderes instauraron los manifiestos políticos, que redactaron como grandes pensadores de su época, pero bajo unos ideales férreos que tendrían a bien representarse en varios de sus dirigentes: el propio Robespierre, Jean-Paul Marat o Camille Desmoulins (autor de «Francia Libre» y antiguo miembro de los girondinos).

Bajo este ambiente político-social, la figura de David no pasó desapercibida, de hecho jugó un papel crucial en la resolución final, la cual determinaría la sentencia de muerte de Luis XVI. Su voto, junto con el del resto de jacobinos, motivó el rechazo revolucionario hacia el Antiguo Régimen proferido en la Asamblea Nacional (Palais Bourbon). Sobre las razones de su voto «regicida» existen muchas teorías, personalmente me inclino más a pensar que dada la presión social y política, en una mente pasional, volcada a la lectura de los clásicos latinos, la sola idea de reestructurar los valores políticos de una nación empobrecida debieron ser suficientes. Su amistad con Robespierre y, con otros miembros del partido, no hizo sino incendiar más la mecha de la idea republicana tan presente en sus primeros cuadros. Pero el hecho de que llame la atención el porqué de su decisión se debe a que en el momento de proferirlo se encontraba bajo el amparo artístico del rey.

Un ejemplo de toda esta vorágine política es el famoso cuadro de «El Juramento de los Horacios» (1784). Como decía, irónicamente fue un encargo del rey Luis XVI para ensalzar la lealtad hacia la patria. De hecho, sabemos, que a modo de privilegio, le había alojado en el Louvre para servir en exclusividad a todos los encargos reales, casi como un pintor de cámara. Esta realidad también se ha valido de una ingratitud del pintor para con elJuramento de los Horacios rey, lo cual le valió bastante enemigos a posteriori. David, al margen de su notorio  historicismo, tomó como inspiración al autor oficial del Cardenal Richelieu (s. XVII): Pierre Corneille. Gran dramaturgo francés, de la talla de otros gigantes del teatro de entonces como Racine o Molière. Compuso su obra «Horacio«(1640), donde resaltaba el honor patriótico sobre todas las cosas, incluyendo la familia.

La historia del «Horacio» arranca desde el punto de vista del personaje homónimo a la obra. En una batalla, dos familias que antaño fueron amigas y, cuyos lazos se unieron matrimonialmente entre sus hijos, se ven obligadas a enfrentarse hasta la muerte. La familia opuesta, oriundos de Alba Longa, llamados los Curiaceos, habían acordado el enlace nupcial entre uno de sus hijos y Camila, hermana de Horacio. Por los lazos de amistad y familiaridad que les unieron, Horacio entrará en un dilema moral sobre si deberá o no luchar por el amor que siente hacia Roma. El padre conminaría a los hijos a establecer el juramento que los llevaría hacia la victoria y, por tanto, a la gloria de Roma. Tras su regreso, Camila rechazó la muerte de su prometido en manos de su hermano y este, llevado por su fe ciega patriótica, le asestó un golpe de muerte a Camila en castigo por su poca devoción. El cuadro representa a la perfección el momento del juramento frente al padre como figura principal. Al igual que los Horacios, por el bien de la patria, bajo la visión de David, Francia saldría adelante, cualquiera que fuese su precio.

El 20 de junio de 1789 se convocó en la Sala de Juego de Pelota (Versalles, «Jeu de Paume«) a los más de quinientos dirigentes para firmar la ansiada Constitución, la cual frenaría las acciones del rey. El motivo de la elección de esta sala se debió a que los guardias reales custodiaban las puertas de la «Sala de los Menus-Plaisirs«, lugar donde se celebraban todas las sesiones de eJuramento del Jeu de Paumestado, así que ocuparon la de juegos. David, muy posiblemente estuvo presente aquel día, ya que un año después del juramento, los jacobinos le encargaron a David un cuadro para conmemorarlo: «El Juramento del Jeu de Paume«. En cambio, al margen de lo esperado, el cuadro nunca quedaría terminado por el pintor, no más allá de un boceto. ¿Acaso había cambiado su parecer con respecto a los ideales que representaba aquello? Muy posiblemente la vida política, después de aquel día, debió desmotivarle: el poder en manos de los hombres corrompe los ideales. Sin embargo, quiso conservar la esencia de su cuadro más patriótico en aquel boceto. Los participantes del 20 de junio, al igual que los Horacios, elevan su brazo en señal de juramento, como soldados romanos al servicio de la patria, que juran velar en defensa del estado todas aquellas acciones que transgrediesen la estabilidad constitucional. Como en la obra teatral, al precio que fuera, aunque Francia se nivelase al mismo fratricidio que Horacio. Años después, David, tras pasar por la cárcel terminaría traicionando todo aquello que hubiese defendido, así como a su más querido amigo: Robespierre.