Cápsula nº 7: Los Doce Apóstoles de los Tercios

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Con la introducción de las armas de fuego, uno de los primeros ejércitos en adaptarlas de manera eficiente, fue el español. Las primeras armas de fuego -espingardas- ya demostraron su eficacia en las batallas de Ceriñola y Garellano, dando a Gonzalo Fernández de Córdoba; el Gran Capitán, dos importantes victorias sobre las tropas francesas en el sur de Italia a comienzos del siglo XVI.

Sin embargo, estas primeras armas eran poco precisas y además eran lentas de cargar, ya que para realizarlo, había que introducir pólvora que estaba almacenada en un cuerno, dentro del cañón. Esto acarreaba un peligro, ya que la cantidad de pólvora volcada dentro del arma dependía del criterio personal de cada soldado, por lo que los fallos del arma y los atascos eran algo frecuente. Esto hacía que algunos generales como el Duque de Alba, las considerase ineficaces a una distancia inferior a los 50 metros por su lentitud en la carga.

Para acelerar la recarga, y aumentar la seguridad, los arcabuceros llevaban en una bandolera en el pecho, doce tubos con la pólvora exacta para los disparos. Estos tubos,

fueron llamados por los soldados como los “Doce Apóstoles” debido a su número. Con estas cargas, la eficacia de las mangas de arcabuceros mejoró considerablemente y convirtió a las armas de fuego en la clave de las victorias españolas a lo largo de los siglos XVI y XVII.

En palabras de Carlos V: “La suerte de mis victorias, reside en las mechas de mis arcabuceros españoles”.

La Torre de los Vientos: el origen de la arquitectura moderna

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El lenguaje arquitectónico siempre ha sido una fuente fundamental para rastrear el origen de la inspiración humana. En el caso occidental, la influencia se vuelve evidente cuando se mira hacia Grecia. Aunque el ejemplo arquitectónico que hoy planteamos no sea exclusivamente griego, tiene origen en sus tierras. Se trata de la llamada Torre de los Vientos, una construcción erigida en torno al s.I a. C. en plena ágora romana. El motivo de su construcción y diseño recayó sobre Andrónico de Cirro, un astrónomo del que no se tienen más datos que el propio testimonio arquitectónico que legó. Sin el precedente de la biografía de su constructor, desde el punto de vista del análisis de su obra, se deduce bastante sobre lo complejo de los conocimientos de este científico, quien tuvo la magnífica idea de aglutinar en un mismo espacio toda la sabiduría de entonces sobre la medición del tiempo. Este pequeño enclave encerraba el diseño de: Un “horologion” o reloj solar, una clepsidra interna y, posiblemente también, de una brújula e incluso de una veleta.

La Torre de los Vientos sufrió muchas variaciones a lo largo de la historia. Tras la caída del Imperio Romano en el 476, los cristianos asimilaron esta distribución a aquellos edificios de planta centralizada, cuyo significado se debatía entre el simbolismo aplicado a los baptisterios o a los “martyria”. Ambos tipos de edificación empleaban el simbolismo de la forma inscrita en un círculo para simbolizar la relación con lo divino: En el primer caso para convertir, y en el segundo para evocar la resurrección del difunto. Es por ello que los cristianos, posiblemente, lo empleasen como baptisterio, al mismo tiempo que consideraron la ubicación de su cementerio cerca de la Torre.
Durante el período de las pérdidas territoriales del Imperio Otomano en el siglo XVIII, las fuentes apuntaban a otra posible reutilización de la Torre: en este caso como “Tekke”, un lugar específico para las reuniones de la hermandad Sufí. Su planta centralizada seguía siendo el núcleo de distintas funcionalidades, ya que los “tekke” eran lugares donde la “katársis” entre el devoto y la influencia espiritual sufí cobraba mayor importancia. Sin embargo, durante el siglo XIX, con el nombramiento del nuevo rey griego, tras lograr su independencia, se iniciaron las labores de rescate arqueológico en la zona del ágora, desenterrando gran parte de la Torre.

La importancia de este edificio, como ya hemos dicho anteriormente, vendría gracias a su carácter de obra de ingeniería. De planta octogonal, construida sobre una variante de estereóbato y estilobato, se asienta sobre su escasa altura de 13 m. Realizada con mármol proveniente del Monte Pentélico -situado al noreste de Atenas-, que tiene la particularidad de ser el mismo que se utilizase en otros edificios importantes como el propio Partenón. Consta en la actualidad de un espacio cilíndrico anexo a la planta octogonal, así como de dos pórticos orientados hacia Estirón (NO) y Cecias(NE). Sobre su techumbre existen varias teorías: La primera apoyaría el remate en forma cónica y, la siguiente se basaría en el remate de la cúpula interior. Sobre esta última quedaría secundada para algunos en la idea de una cúpula a modo de cierre total. Pero la parte más interesante y la que da nombre a esta Torre se encuentra en el entablamento, ya que a modo de friso escultórico quedan representadas en cada una de las ocho caras de la Torre los ocho dioses de los vientos, motivo por el cual esta torre también era conocida entonces como el Templo de Eolo. Al interior, la torre ve cómo su cúpula interior queda sustentada por columnas, así como la escasa decoración aportada por el almohadillado y por su cornisa con ménsulas.

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¿Pero cómo funcionaba este edificio? El sistema era muy sencillo, ya que sólo constaba de dos aberturas en sus caras: la cara Norte (Bóreas) y la cara Sur (Noto). Según azotasen los vientos, así se podía predecir los cambios atmosféricos o incluso el momento propicio para la siembra. Por esas dos aberturas entraba la luz solar, por lo que en el interior se habrían colocado una serie de diales cuya finalidad no era otra que la de marcar la hora exacta del día. Incluso funcionaría no sólo como reloj de sol, sino también como brújula, aunque esta función es meramente hipotética, ya que por la entrada de luz y el acceso del viento se podría indicar perfectamente la dirección marcada. El tiempo en cuestión de las mediciones solares se volvía muy amplio, los segundos o minutos se perdían en ese transcurso, es por ello que el anexo a la Torre -de planta circular-, podía cumplir la función de una clepsidra. Estos instrumentos eran más exactos que otro tipo de inventos, y su sistema -aunque complejo-, empleaba el agua como forma de medición. El sistema consistía en situar dos cuencos en dos niveles superpuestos y, sobre el superior, se perforaba un pequeño agujero por el que iría cayendo una gota de agua programada al segundo cuenco.
Para el viento, aparte de las oquedades de las caras norte y sur, también se habría colocado una veleta, de la que las fuentes nos dicen que tendría forma de Tritón. Así señalaría a cada uno de los vientos que estuvieran soplando en cada momento. Esos vientos esculpidos en relieve portan cada uno una serie de instrumentos identificativos, pero para aquellos que hemos perdido el lenguaje de la iconografía clásica se nos ha facilitado el estudio debido a las inscripciones que versan en cada uno de los frentes, con sus respectivos nombres, a saber: Bóreas (N), Escirón (NO), Céfiro (O),Lipio (SO), Noto (S), Apeliotas (SE), Euro (E) y Cecias (NE).

¿Cómo influyó en la arquitectura?

Como ya señaló el arquitecto y urbanista Chueca Goitia, la Torre de los Vientos fue un concepto fundamental que continuaría ampliando los conocimientos arquitectónicos de los sabios desde Roma. En el Renacimiento, fue un motivo claro de inspiración para grandes visionarios como Filarete, con motivo del diseño de su ciudad ideal de Sforzinda. El proyecto encargado por FIdealstadt.jpgrancesco Sforza, en torno a 1465, confeccionaba un prototipo de ciudad estrellada de ocho puntas, como los ocho lados del horologion. El reparto urbanístico, no sólo confería un fuerte carácter defensivo, sino también una distribución centrípeta y centrifuga de los vientos que penetrarían en el interior de la ciudadela. También, de forma posterior, estas ciudades estrelladas cobrarían mayor fuerza en los posteriores baluartes defensivos que la conquista española en Iberoamérica irían diseñando.

Santos egipcios

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Los beneficios de una historia paralela al desarrollo de la religión permiten en muchos casos conocer las raíces primitivas de ritos o incluso de los propios santos. A través de los eremitas asentados en la Tebaida Inferior durante el siglo III d.C., comenzaron a sucederse varios préstamos entre los últimos restos que quedaban de la religión egipcia; recogida poco a poco por la vertiente copta; y la cristiana naciente.
Por todos es sabido que tanto la religión griega y romana no estuvieron exentas de préstamos egipcios, como lo fueron Isis o Serapis en el último de los casos. El cristianismo no fue una excepción al respecto. De los ritos coptos fueron pasando distintas divinidades y mitos como: el enfrentamiento entre Horus y Set, el portador de almas Anubis o la concepción del Inframundo, entre otros. Estos casos se traducen en los milagros e historias que rodearon a santos como San Jorge o San Cristóbal.
Su paso por Europa se sirvió de una adaptación lógica con el fin de enaltecer y reforzar más la figura del cristianismo. Estos dos casos pasaron a ser identificados con el tiempo como santos protectores y en muchos casos utilizados como símbolos patronímicos de distintas naciones.san-jorge

La historia de San Jorge, según los datos que se conservan, lo trasladan hasta la Capadocia durante el siglo III d.C. Se trataba de un soldado o tribuno romano que durante el primer año de edicto en que el emperador Diocleciano decidió iniciar las persecuciones contra los cristianos, este, que tendría que acometer lo ordenado, reveló su fe cristiana. Diocleciano lo mandó detener y durante siete años lo sometió a tres duros martirios hasta su muerte en el 303 d.C., para posteriormente ser enterrado en Lidia, Palestina, donde hoy se encuentra la capital de Tel Aviv. Su muerte pronto lo reveló como un mártir de la nueva iglesia, hasta el punto de que tras ella se produjeron importantes peregrinaciones para visitar su tumba.
En cambio la historia que ha llegado a nosotros, y por la que es recordado e identificado el santo, versa sobre su enfrentamiento con el terrible dragón para liberar a la princesa cautiva. Es hacia el siglo XI cuando comienza a integrar la figura de un caballero noble y acaudalado, referente de gallardía y honradez, origen de las novelas caballerescas.

Este mito de San Jorge y el Dragón, echando la vista atrás, es fácilmente reconocible en el mito de Perseo y el Cetos, para liberar a Andromeda de ser devorada por este, por orden de Poseidón. Pero el origen remoto de Perseo , posiblemente, se enHorus legionario vence a Seth cocodrilocuentre en Egipto, concretamente en la figura del dios Horus. Desde la XVIII dinastía, en la Tumba KV62 correspondiente a Tutankhamon, se hallaron imágenes evidenciales sobre este mito primitvo. Horus desde una barca toma su lanza para infligir daño sobre la figura de un cocodrilo, la cual a veces puede ser representada como hipopótamo o serpiente. Ese animal terrible representaba la amenaza de Set sobre la herencia que Horus había recibido de su padre asesinado. Como bien indica Desroches Noblecourt, los romanos tomaron el mito y lo transformaron en un legionario romano con cabeza falcónida sobre un caballo y, alanceteando a un cocodrilo que se enreda bajo sus pies.

Nuestro santoral también se empapa de la figura de Anubis y la refleja bajo una figura referencial dentro de la hagiografía cristiana: San Cristóbal.
Este caso es un poco más costoso de rescatar dentro del sincretismo egipcio-cristiano. Pero quizás deberíamos remitirnos primero a la historia que envuelve a San Cristóbal. Según Jacopo della Voragine en su “Leyenda Dorada”, Cristóbal era un gigante nacido en las tierras levantinas de Canaán. Viendo la debilidad del mundo, decidió seguir a aquel que fuese el ser más poderoso de este, resultó ser un rey, quien siempre decía que más poderoso que él lo era el Maligno. Desilusionado, Cristóbal decidió buscar al diablo para ofrecerle su vasallaje. Un día Cristóbal vio cómo el demonio huía ante la aparición de una cruz. Alertado por el demonio de que no había ser más poderoso que Cristo, decidió buscarlo para servirlo. Durante su búsqueda se encuentra con un eremita que lo indica que para encontrar a Cristo debía bautizarse y ayunar -quedando este sacrificio en un fallido intento-. También lo ocristoforosbligó a realizar penitencia mediante las plegarias que este le iba dictando, pero Cristóbal parecía confundirlas todas. Finalmente el eremita lo mandó a un río donde todos los días debía ayudar a los viajeros a cruzarlo, ya que muchos se ahogaban arrastrados por las fuertes corrientes. Debido al gran tamaño de este, conseguía colocárselos en su cinturón para portarlos hasta la otra orilla. Un buen día desde la orilla un niño le pidió que le ayudase a cruzar, cuando Cristóbal lo tomó, sintió sobre su espalda un peso que le hacía cada vez más complicado el andar a través del río. Cuando llegaron a la orilla, Cristóbal le preguntó a aquel niño que por qué pesaba tanto y, este le contestó: “No te sorprendas Cristóbal, pues has recibido sobre tus hombros no sólo el peso del mundo entero, sino a quien lo creó: soy Jesús, el Cristo”.

El paralelismo con Anubis radica en la labor ritual que llevaba acabo el dios: guiar o portar las almas hacia el interior del inframundo egipcio o Duat, es decir, Cristóbal sería el Anubis que guíaba a las almas por parte de los mundos de Osiris, pero como protector de viajeros, de ahí que en nuestros días sea el patrón de los conductores. Así nos lo muestra la prefiguración copa del santo cristiano: San Cristóbal Cinocéfalo.

Los ejemplos e influencias egipcias dentro de la herencia que el cristianismo ha ido recibiendo son múltiples y, en muchos casos resultan tremendamente controvertidas. Pero contemplándolas desde el arte y la historia, no hacen sino enriquecer más nuestras raíces culturales, las cuales nos hacen herederos de un tiempo ancestral que aún sigue vivo entre las creencias más actuales. Igualmente, estas influencias seguirán siendo un tema que iremos desarrollando poco a poco en otros futuros artículos.

Bibliografía:

-DESROCHES NOBLECOURT, C., La herencia del Antiguo Egipto, Ensayo Edhasa, Barcelona, 2006.

-REAU, L., Iconografía Cristiana: Introducción general, El Serbal, Madrid, 2006.

-DELLA VORAGINE, J., La leyenda dorada, Alianza Editorial, Madrid, 2014.

El ejército egipcio

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Sobre la cultura egipcia, se han estudiado casi todos los aspectos posibles, pero uno de los menos estudiados es el ejército egipcio. Esto es debido a que los egipcios no nos han dejado amplias inscripciones sobre sus campañas, por lo menos hasta el Reino Nuevo. Para saber sobre las fuerzas armadas antes de esta época, tenemos las inscripciones en tumbas de algunos hombres importantes dentro de la jerarquía militar, -pero que solo hablan de su propia relevancia y los importantes logros que consiguieron alcanzar-, y de los relatos de algunas expediciones de los faraones para asegurar las rutas comerciales, o como castigo a alguna de las tribus desérticas vecinas.

El ejercito se denominaba mesha y se encontraba bajo el mando directo del rey, pero él delegaba estas funciones en varios generales de confianza. Aparte del ejército principal, unas fuerzas de milicia se encargaban de velar por la seguridad de las provincias y mantener el orden. Por último, se puede incluir dentro de las fuerzas militares, a la escolta real; la cual estaba compuesta por los hombres más fieles y forman parte de las fuerzas de élite.

Durante el Reino Antiguo, Egipto carecía de un enemigo poderoso que pudiese hacerle frente y amenazar sus fronteras. Para conocer las campañas del ejército, en esta etapa tenemos varias fuentes como son distintas biografías privadas -la de Uni e Hirkuf-, algunos graffitis y los anales de la piedra de Palermo. Pero al estudiar esto relatos hay que tener presente que muchas veces se esta jugando con el honor del país o de la persona protagonista, por lo que es muy frecuente la exageración de las hazañas y la repetición de clichés.

Para el Reino Medio, el número de inscripciones aumenta, en especial las biografías personales de miembros cercanos a la persona del faraón. También los relatos literarios son fuente de conocimiento para las campañas. En el relato de Sinuhé, el protagonista huye mientras se encuentra en una campaña bajo el reinado de Sesostris I.

Pero es durante el Reino Nuevo cuando los relatos militares alcanzan su cénit. Egipto como potencia imperialista, acababa de salir de una dominación extranjera y había vuelto a ser unificado de nuevo, por lo que necesitaba expandirse para ser otra vez una potencia en Oriente Próximo. Sin embargo, otras nuevas potencias habían surgido para hacerle frente, el reino de Mitanni, los asirios o los hititas. Por ello, Egipto se ve obligado a realizar numerosas campañas y su ejército se profesionaliza para poder hacer frente a los nuevos poderosos enemigos.

ejercito egipcio

Maqueta del I Período Intermedio con tropas egipcias de escudo y lanza

En sus comienzos, las fuerzas militares egipcias estaban compuestas principalmente por infantería, tanto la de meleé, como por arqueros. Las principales armas serán las mazas de guerra, el hacha, las dagas y las lanzas. Durante el Reino Nuevo se añadieron también las espadas curvas de bronce. Para los arqueros, se utilizarán en especial los arqueros nubios, que poseían un gran prestigio como tropas auxiliares.

A partir del Segundo Período Intermedio a través de los hicsos llega el caballo y el carro a Egipto. Los carros son construidos en las principales ciudades y

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Carro del rey Tutankhamon

rápidamente se convierte en un arma y un símbolo de estatus. Sobre el funcionamiento del carro durante las campañas, se barajan dos posibilidades, por un lado se defiende que el carro tenía la función de hostigamiento a la infantería enemiga en un número pequeño de unidades. Por otro lado, se defiende el uso masivo de carros como fuerza de choque contra otros carros enemigos o en cargas contra la infantería rival en una perfecta formación. No obstante esta última teoría plantea problemas en cuanto a la maniobrabilidad y la efectividad combativa de esta táctica.

En las conquistas del Reino Nuevo, destacan principalmente dos faraones como grandes guerreros. El primero de ellos es Tutmosis III, que en África, derrotó a los nubios en varias campañas y fundó una nueva ciudad llamada Napata que funcionaría como centro administrativo para controlar la región. Pero sus campañas más importantes se realizaron en Siria y Palestina, donde tuvo como principal enemigo a los mitannos.

Contra este poderoso imperio, se enfrentaría durante diecisiete campañas. La primera de ellas fue nada más llegar al trono tras la muerte de Hatshesput. En la ciudad de Megiddo, se había reunido una coalición de 33 príncipes dirigidos por el gobernante de la ciudad de Qadesh y auspiciada por el rey de Mitanni. Tutmosis III partió con su ejercito desde Menfis, y avanzó rápidamente hacia la ciudad para intentar atrapar al enemigo por sorpresa. Megiddo, se encontraba en una zona estratégica y para acceder a ella existían tres rutas principales. Los relatos de la campaña nos cuentan que el faraón convocó a sus generales para tomar una decisión, los cuales defendían una ruta algo más larga pero segura, mientras que el faraón, decidido a atacar prontamente la ciudad, escoge la ruta más corta pero peligrosa, porque los hombres y los carros debían marchar en una larga fila india.

La arriesgada apuesta de Tutmosis III surtió efecto, y consiguió tomar por sorpresa al ejército de la coalición y derrotarlo. Pero para conquistar la ciudad, Las tropas egipcias debieron poner sitio a la ciudad durante siete meses para poder hacerse con el control del asentamiento.

Tutmosis III salió victorioso de esta campaña, y se ganó el nombre de buen estratega militar. Entonces el rey creó un plan compuesto por varias campañas para consolidar el poder egipcio en el corredor sirio-palestino. El primer paso, fue consolidar los territorios conquistados a través de tributos y mantener los puertos, vitales para resguardar la flota. A continuación dirigió dos campañas contra la ciudad de Qadesh, ya que esta ciudad se encontraba en un punto estratégico junto al río Orontes.

Después de estas dos fases de consolidación, el faraón decidió atacar directamente a sus enemigos mitannos. Saqueo las tierras fronterizas del imperio y levantó una estela en la zona como conmemoración de su hazaña. El último paso será mantener y pacificar todo lo conquistado para sus sucesores. Las campañas finales fueron para eliminar sublevaciones y como castigo a otras poblaciones.

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Relieve en el templo de Karnak, donde aparece Tutmosis III asesinando a sus enemigos

Para conmemorar todos sus éxitos, Tutmosis III creó en el templo de Karnak, unos anales donde relata todos los éxitos frente a sus enemigos. Concentrará sus relatos en los éxitos de Megiddo y en el ataque al territorio mitanno.

Poco después, y con la crisis de Amarna muchos de los territorios conquistados por los egipcios se perdieron frente al resurgimiento asirio y frente a una nueva potencia, los hititas. Este nuevo imperio le robó parte del territorio a los egipcios, volviendo a sacar de la influencia a las ciudades de Megiddo y Qadesh.

Con la subida al poder de los ramésidas, se inician las campañas para recuperar el imperio egipcio de Tutmosis III. Sobre todo, conocemos los enfrentamientos entre Ramses II y Muwatalli II. En este enfrentamiento, los egipcios avanzaron para retomar la ciudad de

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Relieve de Abu Simbel de Ramses II en la batalla de Qadesh

Qadesh, pero el ejército hitita les tendió una emboscada. Los anales creados por Ramses II en las paredes del templo de Abu Simbel cuentan como los enemigos del faraón se lanzaron repentinamente contra sus tropas, poniéndolas en fuga y dejándolo a él abandonado con su guardia personal. Pero él sin miedo, se lanzó contra sus enemigos sintiendo el apoyo de su padre Amón y consiguió derrotarlos. Evidentemente, la realidad fue distinta y Ramses II se vio obligado a firmar una paz en la que se mantenía el statu quo en la zona. Esta paz firmada entre Ramses II y el rey hitita es el primer tratado de paz que conocemos al completo.

Los siguientes faraones tuvieron una estabilidad exterior relativa, ya que los principales enemigos comenzaron a desaparecer. Ramses III tuvo que hacer frente a una de las invasiones de Egipto de los pueblos del mar, los mismos que habían arrasado las costas sirio-palestinas y destruido el reino hitita. Sin embargo, con la crisis interna egipcia, el imperio fue reduciéndose cada vez más hasta quedarse dentro de las fronteras naturales.

Durante el III Período Intermedio y la Baja Época, Egipto estuvo dominado por potencias extranjeras y su ejército no poseía el poderío otras épocas. Los mercenarios, especialmente griegos se hicieron más numerosos y se fueron adoptando las tácticas de falange de estos soldados. Cuando Alejandro Magno conquistó Egipto, y Ptolomeo se hizo con el poder a su muerte, el ejército egipcio adoptó las tácticas y el armamento griego.

BIBLIOGRAFÍA:

HUSSON, G., VALBELLE, D.; Instituciones de Egipto, Cátedra, Madrid, 1998.

DESPERTA FERRO, Egipto, el Imperio Nuevo, Desperta Ferro Ediciones, Madrid.

MCDERMOT, B.; La guerra en el Antiguo Egipto, Crítica, Madrid, 2006.

El inicio de la escritura en Egipto

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Dentro de todas las creaciones que tienen la firma del hombre, una de las más importantes es la invención de la escritura. Dentro de sus múltiples variantes, con la aparición de este sistema, se abrió un gran abanico de posibilidades en cuanto al registro y conservación de ideas, historias o propiedades.

 

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Tablillas encontradas en la tumba U-j del Rey Escorpión

¿Pero donde se originó la escritura? Existe un debate acerca de donde pudo surgir por primera vez. Hasta hace algunos años, se pensaba que el origen de la escritura se encuentra en Mesopotamia en las primeras tablillas de Uruk IV. Desde aquí, la influencia había viajado hasta llegar a Egipto, donde la influencia mesopotámica había sido vital para el desarrollo de los jeroglíficos. Sin embargo, estas ideas cambiaron a partir de los descubrimientos realizados por Gunter Dreyer en el cementerio de Umm el Qaab cerca de Abydos.

Los hallazgos encontrados aquí reescribieron la historia de los inicios de la civilización egipcia. Por un lado demostró que la escritura jeroglífica es propia de la región, y por otro, que a diferencia de Mesopotamia, donde el desarrollo de la escritura es pareja al de las sociedades complejas y el Estado, en Egipto, las sociedades complejas aparecen antes y su desarrollo es más rápido que el de la escritura.

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Ejemplos de cerámica con diferentes escenas de caza y rituales

Los principales soportes en los primeros tiempos de Egipto son los restos cerámicos. Mucha de esta loza tiene decoraciones geométricas, de animales, plantas y humanos que algunos investigadores consideran los primeros signos de escritura. En la tumba U-j (atribuida al rey Escorpión I) se han encontrado además etiquetas adosadas a diferentes jarras, en las que aparecen símbolos simples que identifican el origen de los productos, y otras parecen tener dibujos más complejos que podrían tener valores de sonido o de imágenes.

Pero no es en esta tumba el único lugar donde podemos rastrear el comienzo de la escritura jeroglífica. En muchos de los wadis (cursos secos de algunos afluentes del Nilo) se han encontrado “graffitis” en las rocas. Antes de asentarse directamente en las riberas del Nilo, es posible que muchos de los habitantes hubiesen preferido establecerse en estos pequeños cursos de agua, donde las condiciones eran menos difíciles. También servían de acceso a otros lugares como oasis en el desierto occidental o hacia el Mar Rojo en el desierto oriental. Estas escenas representan acontecimientos importantes o de la vida diaria, por ello mucha de la fauna que aparece es propia de la región y con uso de la magia simpática, es decir representar los buenos deseos para una partida de caza o la búsqueda de las bendiciones divinas.

El papel de los divino, no puede ser olvidado y tenemos en estos “graffitis” imágenes de procesiones o dioses. Una de las más comunes tanto en los “graffitis” como en cerámica, es la procesión de barcos siguiendo el curso del río; y sobre los barcos hombres con los brazos alzados en forma de rezo hacia alguna divinidad.

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Serekh «clásico» del faraón Dyet

Dentro de esta esfera religiosa, apareció uno de los elementos más importantes en Egipto, el nombre. Para escribir nombres de los gobernantes egipcios, lo primero en ser usado, fue el serekh que está compuesto por tres partes. En la parte inferior una representación de fachada palacio, llamada así porque imitaba las fachadas de las construcciones reales. Esto le otorga un poder terrenal al gobernante. En la parte central un hueco, donde estaba representado el nombre del rey en cuestión; y por último en la parte superior un halcón representando al dios Horus que enlaza al rey con la línea sucesoria divina.

Este signo tenía un gran poder por si solo, ya que podía ser usado como sustituto de la imagen del faraón. Por ejemplo, el nombre de Narmer que se escribe con el símbolo mr y un pez (el siluro), es frecuente que el pez aparezca como representación del propio faraón A veces puede añadírsele brazos o piernas a estos símbolos, en lo que se denomina “personificación emblemática”. A través del serekh se está intentando rehacer una reconstrucción tanto de la sucesión de gobernantes como de la evolución de la escritura ya que esté símbolo se va volviendo más complejo a medida que la escritura va tomando forma.

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Primeros serekh con los nombres de los primeros faraones de la primera dinastía

Los primeros símbolos serekh, son simples cuadrados con línea verticales que serían la representación esquemática de la fachada del palacio. Posteriormente se le añadirán el halcón dibujado de forma simple para darle una unión con la divinidad. En estos primeros tiempos es imposible saber que rey es el que está presente en esa representación, solo sabemos que la figura del rey está en la obra. Por ejemplo, el serekh puede aparecer en escenas de caza o de procesiones religiosas haciendo así participe al propio rey. No será hasta finales del período predinástico, y comienzos de la I Dinastía cuando aparezca el serekh clásico con los tres elementos integrados.

Y al igual que sucede con los serekh el resto de la escritura no es estática, y la escritura podría dividirse en 5 fases que coincidirían prácticamente con las fases de la historia egipcia.

En primer lugar, nos encontramos con la escritura del período predinástico, que hemos tratado en este artículo. Está escritura estaría compuesta por imágenes que representarían escenas y los nombres reales o de lugares. Es un período largo donde la escritura cambia lentamente.

La segunda fase corresponde con el Reino Antiguo. En este momento la escritura adquiere una amplitud mayor Los primeros textos aparecen, relacionados con el ritual de enterramiento, los Textos de las Pirámides, las biografías y los textos legales. Nosotros poseemos más documentos, por lo que nuestro conocimiento se amplia.

La tercera etapa coincide con el I período Intermedio y el Reino Medio. Es el momento de esplendor de la escritura. Durante el I período Intermedio, el desarrollo de los textos, especialmente narraciones literarias se dispara, muchos de ellos con algún mensaje para el lector. Durante esta fase la escritura entra a formar parte de la legitimación del poder, no solo en el carácter religioso, sino a través de las enseñanzas y otros géneros literarios. En textos religiosos tenemos que destacar los Textos de los Sarcófagos, continuadores de los Textos de las Pirámides.

Durante el Reino Nuevo, destacan el carácter religiosos y el narrativo de las hazañas de rey. La escritura es muy común y poseemos una gran cantidad de textos, pero sin embargo la alfabetización sigue siendo un aspecto de la élite, mientras que la base de la sociedad continúa siendo analfabeta. El rey como guerrero es representado en los muros de los templos, con los textos que hablan sobre sus gestas bélicas en el extranjero.

Por último, en el III Período Intermedio continúa como el Reino Nuevo, pero los escritos adoptan formatos nuevos. Las inscripciones en lugares públicos siguen su importancia hasta la dominación romana. Bajo el dominio ptolemaico el egipcio seguirá usándose pero el idioma de la élite será el griego.

Bibliografía:

SERRANO JIMENEZ; A.; Los primeros reyes y la unificación de Egipto; Universidad de Jaén; Jaén; 2007.

PÉREZ LARGACHA; A.; El nacimiento del Estado en Egipto; Universidad de Alcalá de Henares; Alcalá de Henares, 1993.