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Los beneficios de una historia paralela al desarrollo de la religión permiten en muchos casos conocer las raíces primitivas de ritos o incluso de los propios santos. A través de los eremitas asentados en la Tebaida Inferior durante el siglo III d.C., comenzaron a sucederse varios préstamos entre los últimos restos que quedaban de la religión egipcia; recogida poco a poco por la vertiente copta; y la cristiana naciente.
Por todos es sabido que tanto la religión griega y romana no estuvieron exentas de préstamos egipcios, como lo fueron Isis o Serapis en el último de los casos. El cristianismo no fue una excepción al respecto. De los ritos coptos fueron pasando distintas divinidades y mitos como: el enfrentamiento entre Horus y Set, el portador de almas Anubis o la concepción del Inframundo, entre otros. Estos casos se traducen en los milagros e historias que rodearon a santos como San Jorge o San Cristóbal.
Su paso por Europa se sirvió de una adaptación lógica con el fin de enaltecer y reforzar más la figura del cristianismo. Estos dos casos pasaron a ser identificados con el tiempo como santos protectores y en muchos casos utilizados como símbolos patronímicos de distintas naciones.san-jorge

La historia de San Jorge, según los datos que se conservan, lo trasladan hasta la Capadocia durante el siglo III d.C. Se trataba de un soldado o tribuno romano que durante el primer año de edicto en que el emperador Diocleciano decidió iniciar las persecuciones contra los cristianos, este, que tendría que acometer lo ordenado, reveló su fe cristiana. Diocleciano lo mandó detener y durante siete años lo sometió a tres duros martirios hasta su muerte en el 303 d.C., para posteriormente ser enterrado en Lidia, Palestina, donde hoy se encuentra la capital de Tel Aviv. Su muerte pronto lo reveló como un mártir de la nueva iglesia, hasta el punto de que tras ella se produjeron importantes peregrinaciones para visitar su tumba.
En cambio la historia que ha llegado a nosotros, y por la que es recordado e identificado el santo, versa sobre su enfrentamiento con el terrible dragón para liberar a la princesa cautiva. Es hacia el siglo XI cuando comienza a integrar la figura de un caballero noble y acaudalado, referente de gallardía y honradez, origen de las novelas caballerescas.

Este mito de San Jorge y el Dragón, echando la vista atrás, es fácilmente reconocible en el mito de Perseo y el Cetos, para liberar a Andromeda de ser devorada por este, por orden de Poseidón. Pero el origen remoto de Perseo , posiblemente, se enHorus legionario vence a Seth cocodrilocuentre en Egipto, concretamente en la figura del dios Horus. Desde la XVIII dinastía, en la Tumba KV62 correspondiente a Tutankhamon, se hallaron imágenes evidenciales sobre este mito primitvo. Horus desde una barca toma su lanza para infligir daño sobre la figura de un cocodrilo, la cual a veces puede ser representada como hipopótamo o serpiente. Ese animal terrible representaba la amenaza de Set sobre la herencia que Horus había recibido de su padre asesinado. Como bien indica Desroches Noblecourt, los romanos tomaron el mito y lo transformaron en un legionario romano con cabeza falcónida sobre un caballo y, alanceteando a un cocodrilo que se enreda bajo sus pies.

Nuestro santoral también se empapa de la figura de Anubis y la refleja bajo una figura referencial dentro de la hagiografía cristiana: San Cristóbal.
Este caso es un poco más costoso de rescatar dentro del sincretismo egipcio-cristiano. Pero quizás deberíamos remitirnos primero a la historia que envuelve a San Cristóbal. Según Jacopo della Voragine en su “Leyenda Dorada”, Cristóbal era un gigante nacido en las tierras levantinas de Canaán. Viendo la debilidad del mundo, decidió seguir a aquel que fuese el ser más poderoso de este, resultó ser un rey, quien siempre decía que más poderoso que él lo era el Maligno. Desilusionado, Cristóbal decidió buscar al diablo para ofrecerle su vasallaje. Un día Cristóbal vio cómo el demonio huía ante la aparición de una cruz. Alertado por el demonio de que no había ser más poderoso que Cristo, decidió buscarlo para servirlo. Durante su búsqueda se encuentra con un eremita que lo indica que para encontrar a Cristo debía bautizarse y ayunar -quedando este sacrificio en un fallido intento-. También lo ocristoforosbligó a realizar penitencia mediante las plegarias que este le iba dictando, pero Cristóbal parecía confundirlas todas. Finalmente el eremita lo mandó a un río donde todos los días debía ayudar a los viajeros a cruzarlo, ya que muchos se ahogaban arrastrados por las fuertes corrientes. Debido al gran tamaño de este, conseguía colocárselos en su cinturón para portarlos hasta la otra orilla. Un buen día desde la orilla un niño le pidió que le ayudase a cruzar, cuando Cristóbal lo tomó, sintió sobre su espalda un peso que le hacía cada vez más complicado el andar a través del río. Cuando llegaron a la orilla, Cristóbal le preguntó a aquel niño que por qué pesaba tanto y, este le contestó: “No te sorprendas Cristóbal, pues has recibido sobre tus hombros no sólo el peso del mundo entero, sino a quien lo creó: soy Jesús, el Cristo”.

El paralelismo con Anubis radica en la labor ritual que llevaba acabo el dios: guiar o portar las almas hacia el interior del inframundo egipcio o Duat, es decir, Cristóbal sería el Anubis que guíaba a las almas por parte de los mundos de Osiris, pero como protector de viajeros, de ahí que en nuestros días sea el patrón de los conductores. Así nos lo muestra la prefiguración copa del santo cristiano: San Cristóbal Cinocéfalo.

Los ejemplos e influencias egipcias dentro de la herencia que el cristianismo ha ido recibiendo son múltiples y, en muchos casos resultan tremendamente controvertidas. Pero contemplándolas desde el arte y la historia, no hacen sino enriquecer más nuestras raíces culturales, las cuales nos hacen herederos de un tiempo ancestral que aún sigue vivo entre las creencias más actuales. Igualmente, estas influencias seguirán siendo un tema que iremos desarrollando poco a poco en otros futuros artículos.

Bibliografía:

-DESROCHES NOBLECOURT, C., La herencia del Antiguo Egipto, Ensayo Edhasa, Barcelona, 2006.

-REAU, L., Iconografía Cristiana: Introducción general, El Serbal, Madrid, 2006.

-DELLA VORAGINE, J., La leyenda dorada, Alianza Editorial, Madrid, 2014.