Etiquetas
Fue un vicio característico del XVII en toda Europa, que culminó en este siglo con todos los alimentos pasados por frío, hasta ese caldo que tanto nos calienta durante el duro invierno. Pinheiro da Veiga, viajero y cronista portugués, en su largo periplo por España recogerá ese gusto español del frío, hasta el punto de destacar que la nieve de Granada fue siempre la más requerida, también por ser la más barata. En Madrid la nieve era tomada por todas las clases sociales, gracias al transporte se traía desde la sierra a lomo de las caballerías. Para la conservación de las nieves se hicieron mil y un inventos, el más conocido fue el de Pablo Xerquías, el cual construyó en la actual Glorieta de Bilbao unos pozos muy profundos en los que se conservaría la nieve traída, por lo que entre el colectivo de la Villa pasó a denominarse «Los Pozos de la Nieve«. Por ejemplo, se sabe que en la Torre de la Música que se erigió en época de Felipe II, a final de la Calle de la Carrera de San Jerónimo en Madrid, la moda era servir a los transeúntes del Paseo de los Jerónimos, hoy Paseo del Prado, algunos sorbetes y alimentos fríos para endulzar el tiempo.
A mitad del siglo XVII la vida ya no se concebía sin hielo. Las bebidas se enfriaban en “cantimploras”, que eran garrafas de cobre con el cuello muy largo que se enterraban en la nieve. Se inventaron de hecho unos vasos especiales llamados “tazas penadas«, que tenían como característica unas bocas estrechas y largas para facilitar el enfriamiento de la bebida.
Debido a esta moda de enfriarlo todo, surgieron los sorbetes, que pese a las tendencias, a mitad del XVII todavía causaban cierta duda, debido a que su procedencia; decían; venía desde la lejana China. Se terminarían por imponer gracias a la afición de la Reina Mariana de Austria, cuyo gusto sería imitado por toda la Corte y con ello, por todo el pueblo. Una bebida que resurgió en el primer tercio del XVII fue el hipocrás, un vino cocido con azúcar y aderezado con especias que se tomaba caliente, en un principio como bebida invernal, que se tomaba para reconfortar el cuerpo, y tal fue la moda del frío, que a últimos de siglo se consumía helado.
La Reina María Luisa de Orleans era asidua a tomar todo frío, y tal y como cuentan las crónicas de la época, se sabe que en su última comida consumió: leche helada y caldo helado, ostras frías, aceitunas heladas y naranjas escarchadas. La leche helada era un obsequio que se puso de moda entre las visitas, en sustitución del afamado chocolate, que pronto retomó su particular lugar como agasajo una vez fue congelado. Con el triunfo del chocolate frío surgieron variantes como la famosa garrapiña de chocolate, que si en su defecto no se helaba, se tomaba con agua helada en vez de con hielo. El lado negativo de las nieves fueron las tremendas gastroenteritis que causaron, debido al abuso de la ingesta del frío, sobre todo en verano. Por ello en 1663 se prohibió enfriar con nieve y sal las famosas bebidas. Pero la nieve se seguía vendiendo desde primera hora de la mañana hasta las once de la noche, pues la prohibición sólo duró un año.